No me gustan los tipos que usan zapatos marrones. Una inquina como otra cualquiera. Tirria sin fundamento, cierto, no voy a negarlo. Pero…, qué voy a hacer si un tipo que enfunda los pies en zapatos color, -por decirlo con dulzura-, chocolate, no me inspira confianza. A mi me nacieron así. Cada uno es como es, y yo soy como soy. Y desde luego no voy a ir pidiendo perdón a diestro y siniestro por mis individualidades personales ¡hasta ahí podríamos llegar!
Lo cierto es que cada vez que un tipo me da mala espina, calza marrones. Lo sé, ni el hábito hace al monje, ni el color de los zapatos hace al canalla. Pero si veo a un tipo con hábito digo: ahí va un monje. Y si digo: ahí va un canalla, veo zapatos marrones. ¿Casualidad? Puede. Pero para casualidad…, mucha casualidad me parece a mí.
Por mi garito desfilan a diario un sarta de desahuciados. Hay, como en botica, un poco de todo. Llegan con la soga al cuello, de otro modo, ninguno se pasaría por allí. ¡A mi no me visitan ni los amigos!, ja…,ja…, Bueno…, también es cierto que no tengo, así que por ese lado estamos en paz.
La mayoría es buena gente, pero los números no son lo suyo y a menudo confunden el minuendo con el sustraendo. Un pequeño error sin importancia que te coloca en el patíbulo sin contemplaciones. Están asfixiados y necesitan una traqueotomía. ¡Buena gente…! Algunos casi consiguen tocarme la sensible, me refiero a la fibra, a la fibra sensible. De otro modo a mi nadie me toca nada…, bueno, je…, je…, dejémoslo ahí. Pero cuando digo casi, quiero decir exactamente eso: casi. El parné no se gana con la sensible, y algunos llegan sin traquea que taladrar, y sin traquea…., pues…, uno no es de piedra…, pero la suerte está echada.
En cualquier caso estos no son problema y se les reconoce bien, y ante la duda sólo tengo que mirar al suelo. ¿Y qué veo? ¡Pues que voy a ver!, unos discretos y ajados zapatos negros. Ya te digo… ¡buena gente!
El problema son los otros, je..,, je…, ¡menudas aves!. Hace tiempo que saben lo que es no tener firme bajo la suela. Pero vienen aquí como si acabaran de tomarse un desayuno caliente. Vienen con la cara lavada y la raya del pantalón más vertical que una plomada. Llegan apestando a un perfume tan caro como falsa es su solvencia. Posan sobre la mesa las llaves de un coche con tantos cilindros, como tubos necesitan poner en una traquea más agujereada que un colador. Están mendigando, pero dan a entender que te hacen un favor… ¡Ja…! ¡Menuda pandilla de cretinos engolados! ¡Desde cuándo se enseña a una madre a hacer hijos! ¡Mala gente…! Sí, mala gente. Y a la que te descuidas acabas ocupando su lugar en la horca. Pero a mi no me la dan, los conozco bien. Son hábiles embaucadores, y algunos casi me hacen dudar. Pero cuando digo casi, quiero decir exactamente eso: casi. En cuanto me asalta la duda no tengo más que mirar al suelo ¿y qué veo? ¡Pues qué voy a ver..! ¡Marrones…! Unos llamativos y lustrosos zapatos marrones. Ya te digo…, mala gente
-Lo siento señor, este modelo en marrón está agotado. ¿Quiere probárselos en negro?
- No gracias, yo sólo calzo zapatos marrones…. Ya sabe… ¡Manías que tiene uno! |