COORDINADO POR TINO PERTIERRA
• Numero 9
Desde aquí abajo

David Fernández García

Menudo cuento

César Fernández

Aquí Ribono

Emilio Fernández García

Signos del alma

Roxana Herrero

Alma de poeta

Matilde Suárez

El Mirador

José Feíto

El hombre tranquilo

José Luis Santos

Cosas de pulpos

Ana Pérez

Rarezas

María Antonia Goás

Yas entre amigos

Yasmina Suárez González

EL MIRADOR

La revisión

Caminaba por la calle observando con desagrado las pandillas de jóvenes. ¡Cuánta indecencia!, mascullaba meneando la cabeza indignado. Al llegar a un lujoso portal, se detuvo a examinar las placas de la entrada hasta encontrar la que buscaba: Arturo Fonciella. Urólogo. 7º A. Vaciló unos instantes, pero tras un sonoro suspiro se adentró en el portal.
Cuando iba a tocar el timbre de la consulta, la puerta se abrió y salieron dos chicos cogidos de la mano.
—Ves como no era nada, tontorrón.
—Ay, cielo, ya sabes que soy muy miedoso.
—¿Será posible? —balbuceó incrédulo, dudando entre seguir o dar la vuelta.
—Pase, pase —le indicó una joven enfermera desde el interior sin darle tiempo a cambiar de opinión.
Mientras la chica rellenaba una ficha con sus datos él reparaba en sus facciones, como si le fueran vagamente familiares.
—Qué casualidad, Francisco —dijo ella al anotar la dirección—. Vive usted en el mismo portal que mi abuela.
—¿Y cómo se llama su abuela? —preguntó él un tanto alarmado.
—Gertrudis —respondió la chica mientras le guiaba sonriente hasta el despacho médico—. Seguro que la conoce porque es muy charlatana.
—Sí… claro que la conozco —admitió con disgusto entrando en la consulta.
La puerta se cerró tras de sí, dejándole frente a un señor de bata blanca que estudiaba unos papeles con actitud arrogante.
—Siéntese, siéntese —le invitó el urólogo observándolo por encima de las gafas—. Usted dirá.
—Verá… venía a… hacer la revisión de la próstata. Tengo 58 años y me han aconsejado que… bueno, que debería hacer una revisión.
—Más vale tarde que nunca, Francisco. Vamos a ver… vaya quitando los pantalones —le indicó el urólogo enfundándose unos guantes de látex—. Voy a efectuarle un tracto rectal.
A Francisco le temblaban las piernas. No parecía gustarle aquel médico y aún tenía fresca la imagen de los chicos cogidos de la mano.
—¿Lleva usted un estilo de vida sano? —se interesó el urólogo mientras Francisco bajaba los calzoncillos.
—¿Qué está insinuando, doctor? —le espetó contrariado.
—Me refiero a si su dieta es rica en frutas y verduras, o si por el contrario, abusa usted de las grasas —especificó el médico.
—Creo que como bien… o sea, sano —murmuró Francisco tendiéndose rígido y con las mandíbulas apretadas.
—Como no afloje las nalgas me será imposible efectuar la exploración —observó el urólogo.
Durante la misma un tenso silencio se adueñó de la sala. Francisco miraba de reojo hacia la puerta, temiendo que de un momento a otro la nieta de la cotorra hiciese acto de aparición.
—Ya puede vestirse —le indicó el urólogo quitándose los guantes—. Está usted bastante bien…, quiero decir, que no tiene nada.
Al salir de la consulta, la enfermera le mostró sonriente la puerta que con las prisas no atinaba a encontrar.
—La salida es por aquí, Francisco.
—Gracias —acertó a decir éste mientras huía escaleras abajo sin llamar el ascensor.


José Feíto © 2007
Escaparate

por César Fernández

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