¿Qué es el ser humano? Un loco que desea una luz en el cielo y una floración
perpetua de azahar y olvidos.
¿Qué es el ser humano? Un vividor empedernido, reo del progreso insaciable
con un predicamento de individualidad y egoísmo que liquida toda noción del
tiempo?
¿Qué hacer con sus miserias, sus logros que son miserias?
La promesa del renacimiento de la fe y el sentido de plenitud que nos libere
de la culpa, de ese sentimiento acusador omnipresente en los ciclos vitales,
donde el alma no existe.
Ya nadie se acuerda del caballero que cabalga por la llanura manchega, del
último rastro de la caballería, de los molinos de viento gigantes que
resistieron el asedio de tanta claridad de corazón.
¿Por qué disentir del gesto audaz del noble caballero que visualizó la
podredumbre del mundo y decidió cambiarlo? ¿De dónde extrajo el caballero
loco, con su armadura y su montura, con su Rocinante alado, la idea de que
puede uno apoderarse del campanario sólo con proponérselo? ¿De dónde sacó él
que puede uno revocar las tinieblas y su furor, crear un caballo en el
aliento virgen de un riachuelo, argumentar, propagar al aire el alimento del
porvenir? ¿De dónde procuró los halagos huidizos de la esperanza labrada en
su mirada trastornada?
Como un quijote, porque solamente a un quijote se le ocurre, le tomó la
palabra al mismísimo verbo, invencible, hermoso, como la ansiada primavera o
la santa poesía. El caballero que tanto despreció el peligro, no concibió su
vida como un burócrata ni siquiera como un vividor a lo que tenía derecho
como botín de guerra.
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