El viento fresco eriza mi piel y para colmo no acaba de despejar las nubes por completo. La humedad acumulada en el bañador aumenta la sensación de frialdad. Me tiro en la toalla boca abajo y el olor a salitre y algas, que en otras ocasiones hace inspirar a mis pulmones y evoca vacaciones infantiles, hoy no logra relajar una opresión asentada pocos minutos antes, cuando leí la página de sucesos.
La foto en blanco y negro del coche destrozado, ya sin los dos ocupantes muertos tan jóvenes, ligó de nuevo la soledad encubierta y la apatía externa. Soledad disimulada con cientos de tareas y que alivié ocasionalmente con amagos de cortejo. Apatía ¿pasividad? ¿indiferencia? que habían desaparecido cuando te conocí.
El rumor de las olas, tan cerca y con la mar alborotada, se parece más al griterío desagradable del Cuestu, el bar de adolescentes donde me pediste el carné de identidad en broma. Despistado, miré a los lados por si habías creído que un púber exigía el paquete de Ducados y después reparé en tus labios que intentaban disimular una sonrisa socarrona. A los ojos me costó más enfrentarme, joviales, grises como algunos nubarrones sueltos de hoy bajo la luminosidad del medio día, del resto de tu faz.
Te regalé la fotocopia pues el original lo guardo en casa y metí la cajetilla en el bolsillo. Si me enamorase de nuevo, pensé, esta chica sería la responsable. La bajada de nicotina me llevó varias veces al mismo lugar. La misma broma. Coleccionaste los calcos sin matices y te aventuraste a conocer el primario.
Mereció la pena, ni yo mismo me había percatado de las tonalidades que guardaba. Tú las descubriste con paciencia, eliminaste las capas de polvo y la pasión hizo el resto. Alegre, comencé a visitar cualquier lugar donde requiriesen el carné para entrar, me gustaba enseñarlo y dejar boquiabiertos a conserjes o funcionarios. Lo llevaba a todos los sitios, incluso aquí, sin necesidad. Jamás vine a la playa con documentos, sólo con chanclas y una camiseta.
En un descuido me lo robaron con la ropa mientras te esperaba corriendo olas. No apareciste. En el Cuestu me dijeron que tiraste una colección de DNI a la bolsa de reciclaje de papel antes de cogerte del brazo de un joven indocumentado. La palidez retornó a sus lugares conocidos en mi piel y antes que la apatía ¿pasividad? ¿indiferencia? acompañase a la soledad, vacié el líquido de frenos de tu coche.
Un baño servirá para quitar este peso del pecho. El agua estará más caliente que esta brisa molesta. |